domingo, 12 de julio de 2020

Cada uno pasaba su noche y nos encontrábamos para finalizarla, no lo planeábamos ni lo establecimos sólo se daba. Aparecías borracho en la puerta de mi casa, no sé por qué, quizás sentías que yo te podía cuidar, o que no querías estar con nadie más que no fuera yo. Intensos, empezamos y no paramos, no pudimos alejarnos uno del otro, sigo sin entender de dónde saliste, o por qué justo ese día apareciste, pero no necesitaba ni quería a nadie más, podía compartir todo con vos sin sentir vergüenza, andábamos siempre en la misma sintonia y muchas veces sentía que sin hablarte me entendías. Dramáticos, hubo mil despedidas, bloqueos, enojos, el desaparecer y aparecer en la salida de mi trabajo, hablar dos horas en el metrobus, buscar la excusa para vernos un rato e irme sintiéndome mejor. Celosos, aunque lo negábamos, primero vos, después yo, supongo que porque no queríamos que nadie más viera en el otro lo que nosotros vimos, y por eso, egoístas sin duda. Nos matábamos, las cosas se descontrolaban, había gritos, empujones, alguna que otra puerta rota, pero en nuestra locura nos entendíamos. Extraña nuestra conexión que me despertó un sexto sentido y sabía cuando estabas por llegar, y como al día de hoy sé que cuando tengo una presión extraña en el pecho es porque estas mal. Disfrutamos lo simple, el no hacer nada, los silencios nunca fueron incómodos, nos mostramos como somos, con nuestros días buenos y malos, vulnerables, y hasta nos animamos a llorar enfrente del otro. Fallamos, nos equivocamos, y nos lastimamos pero no con intensión, no hay rencores, entendimos que al no estar en nuestro 100% cometemos errores. No buscaba ni quería nada, y apareciste vos, y siempre vas a ser vos, y la magia de este amor